Día Internacional del Libro Infantil
Prof. María del Carmen Villaverde de Nessier
“Que el verso sea como una llave/ que abra mil puertas,/ una hoja que cae ¡algo que pasa volando!/ Cuanto miren los ojos creado sea/ y el alma del oyente quede temblando” (Vicente Huidobro).
Así es el verso de la vida, del amor y la esperanza; el valor profundo de la palabra en vuelo en el “Día Internacional del Libro Infantil”: “Mañanita, albor del cielo y del alma/ aire fragante que incita a una fuerte calma./ Rocío vivificante de los rosales del suelo/ y de las rosas del alma” (Gabriela Mistral).
Leamos, reflexionemos, revisemos, abrámonos a la expresividad del verbo precisando así en qué consiste la novedad del análisis semiológico del corpus general, por una parte, y el terreno cualitativo y expresivo por la otra.
La relación entre un soporte, un texto y la lectura reposa sobre lo que tenemos que llamar: contrato de lectura viva ( Eliseo Verón).
Contrato con la palabra y el ser humano, siguiendo siempre una verdadera evolución desde lo sociocultural de los lectores preservando así ese encuentro asombroso con las múltiples posibilidades de los significados.
La literatura popular y la literatura infantil, siempre tendrían que aparecer en la escuela como las dos caras de una misma moneda, como los dos caminos que conducen a un único escenario: el desarrollo lúdico y afectivo de la lengua.
Logremos entonces que, con animación a la lectura, escuchemos las voces populares para educar la sensibilidad en cuanto a la naturaleza, la vida cotidiana, lo que se vive, lo que se busca, lo que se siente... Como dice Daniel Pennac: “El verbo leer hace tiempo que no soporta el imperativo”.
Leer en la casa, en el club, en las salas de espera, en la escuela, para cada uno, para todos.
La educación, desde el libro, desde la lectura, debe asegurar, socializar, universalizar, siempre dentro de comunidades organizadas y participativas que tienen que ser verdaderos núcleos de valores, con alegría, afecto, deseo de ser activo y ferviente partícipe de la palabra propia, de otros y con todos a través de contagiosos facilitadores.
El problema de la comunicación con la lengua, desde las múltiples lecturas posibles hoy, es asunto de verdaderos pensadores, comunicadores, ¡maestras artistas! que faciliten la interacción: niño- lectura- mundo en verdaderos actos de fe y de amor.
Fue Yella Lepmann, escritora, lectora, investigadora, mujer de extraordinaria personalidad, nacida en 1891, quien concilia todos los conceptos señalados y logra, en 1946, en Münich, la “Primera muestra de ilustración y libros para niños”, institucionalizando los fundamentos de la literatura infantil a través de un fuerte contacto interactivo entre autores, docentes, lectores, editores, libreros, bibliotecarios, familias.
En el Día Internacional de Libro Infantil reconozcamos juntos el sonoro valor de las palabras que, en sus sonidos expresados por escrito, ilustrados, cantados, vivos, guardan las vivencias de todo lo transcurrido y están allí volando como campanas, como cuentos, con todas las voces de antes y de ahora. El libro, en sus variadas manifestaciones expresivas, es para el niño como un sol y cada página un haz de luz que se le acerca y lo moviliza a través del color, las formas, los tiempos, las familias, los diversos caminos que se entrecruzan con el gorjeo de los pájaros, las espigas del campo, el andar de las ciudades, la tierra y el cielo
“Verás cuando oigas locas historias infantiles/ qué charladoras voces son mis hojas sutiles” (G. Mistral).
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