1852 Buenos Aires se
separa del resto del país tras una alianza entre antiguos unitarios y federales
rosistas.
El 11 de
septiembre de 1852 estalló en Buenos Aires una revolución o golpe de estado,
que significó una reacción de la provincia de Buenos Aires contra las condiciones políticas
impuestas por el predominio de Justo José de
Urquiza después de
triunfar en la batalla de Caseros sobre Juan Manuel de Rosas.
La batalla de Caseros había abierto la etapa denominada
"Organización Nacional", en que todas las facciones políticas estaban
de acuerdo en la sanción de una Constituciónpara
todo el país. No obstante, las clases dirigentes de Buenos Aires pretendían, en
oposición al resto del país, imponer condiciones políticas a las provincias
argentinas, de manera tal que se mantuviera la tradicional preeminencia
política y económica de la ciudad capital.
El
resultado fue la separación – que duraría diez años – entre la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires. Ambos estados
pregonaban pertenecer a una sola nación, pero en la práctica se comportaban
como estados separados.
1853
Se utiliza por primera vez el telégrafo eléctrico
La electricidad
La
etapa más reciente de las comunicaciones se inició con la invención de la
telegrafía eléctrica en el siglo pasado. Su repercusión fue enorme tanto en el
orden social como en el tecnológico. El telégrafo eléctrico fue el primer medio
de comunicación que permitió que la velocidad de un mensaje superara a la del
cuerpo humano. Rompió la conexión histórica entre transporte y comunicación.
Antes de él todos los mensajes, incluyendo los expresados mediante la
escritura, sólo podían moverse tan rápidamente como fuera transportado su
soporte material. El telégrafo eliminó el tiempo y el espacio como dimensiones
determinantes de la comunicación humana y nos llevó a un mundo de simultaneidad
e instantaneidad que fue más allá de la experiencia habitual. La telegrafía fue
la base de las telecomunicaciones planetarias y también una fuerza impulsora
para el estudio y el conocimiento de la electricidad en sus albores. El gran
desarrollo de ésta a mediados del siglo pasado se debió en gran parte a la
necesidad de aplicarla a la telegrafía, algo similar a lo que ocurrió años más
tarde con la electrónica en relación con la radio.
El telégrafo óptico y las palomas
mensajeras
Los primeros antecedentes del telégrafo
se remontan, sin embargo, a mucho tiempo atrás, bajo distintas formas
rudimentarias de transmisión de mensajes. Ya en 1664 Robert Hooke (1635-1703),
primer teórico de la elasticidad, describió un dispositivo de transmisión de
señales por medio de un semáforo, titulando de manera peculiar su comunicación
así: “medio de dar a conocer el pensamiento a gran distancia”. Esta frase se
repite cuando se inicia más adelante el telégrafo eléctrico, y también se
utiliza en la Argentina al comentarse la inauguración de la transmisión de
mensajes a Europa desde Buenos Aires vía cable transatlántico.
La utilización del telégrafo óptico,
introducido en Francia por Claude Chappe en 1793, se extendió aproximadamente
por medio siglo, conformando las primeras redes de comunicaciones,
principalmente en Francia, Inglaterra, España, Suecia y Prusia.
Hace 200 años, cuando el telégrafo
óptico transmitía un mensaje según la forma que mostraban sus brazos,
cualquiera que conociese el código utilizado podía leer la señal: sólo bastaba
con elevar la mirada. Cuando entonces los niños desarmaban objetos como relojes
antiguos o juguetes a cuerda, aprendían a pensar en partes e interconexiones:
en síntesis, aprendían a ver el mundo a través de una cosmovisión basada en la
mecánica, a ver un mundo formado por resortes, ruedas y palancas. Ya no sucede
así. Cuando hoy día los niños contemplan el interior de un artefacto
electrónico, no encuentran mecanismos a través de los cuales explicar su
funcionamiento. Del mismo modo, los brazos del telégrafo óptico han sido
sustituidos por mensajes invisibles transmitidos por antenas inmóviles.
En ese tiempo, las redes de semáforos
eran monopolizadas por los gobiernos de los respectivos países y fueron usados
sólo de manera restringida para negocios. Alejandro Dumas cuenta en su novela El
Conde de Montecristo cómo el Conde provoca la quiebra de uno de sus
rivales, operador de bolsa, sobornando a un encargado del telégrafo para que
transmita un mensaje falso.
Los negocios privados recurrían al
auxilio de otra tecnología: las palomas mensajeras, que sólo se dejaron de usar
más tarde cuando las desplazó el telégrafo eléctrico. En particular, las
palomas eran el medio preferido de las agencias de noticias. Las agencias
Garnier y Havas las empleaban para llevar mensajes entre París, Bruselas y
ciudades interiores de Francia. Con ellas, Charles Louis Havas difundía las
noticias que aparecían en los matutinos de Bruselas, en diarios de París del
mediodía y diarios de Londres de la tarde. Werner Siemens cuenta en su amena
autobiografía que durante el tendido a su cargo de una línea telegráfica entre
Colonia y Bruselas, en 1849, conoció al contratista de los correos por palomas
mensajeras entre esas dos ciudades, cuyo útil y productivo negocio quedaría
destruido por la instalación de la línea telegráfica. Ante las quejas de la
esposa del contratista, Siemens le aconsejó al matrimonio fundar en Londres una
agencia telegráfica de transmisión de despachos. Los Reuter -así se llamaba
aquel matrimonio- fundaron entonces la Agencia Reuter, una de las más
importantes de la actualidad.
El telégrafo eléctrico
En 1800, mientras un esclavo llamado
Gabriel lidera un levantamiento en Richmond, Virginia, el físico italiano
Allesandro Volta (1745-1827) inventa la pila eléctrica. Napoléon le confiere el
título de conde por sus inventos y la comunidad científica adopta
posteriormente, en su honor, el nombre volt como la unidad de
potencial eléctrico. En las colonias españolas del Río de la Plata se gestaba
lentamente la idea de la emancipación y se avecinaban las Invasiones Inglesas.
Esos años son prolíficos en inventos y descubrimientos cientificos y
tecnológicos en todo el mundo. En 1801, Robert Fulton (1765-1815) construye
barcos propulsados por medio del vapor y presenta en sociedad al submarino
Nautilus, y algunos años más tarde, Jean Batiste Lamarck (1744-1829) publica
sus teorías sobre la evolución. Por esa época, también, Ludwig van Beethoven
(1770-1827) compone sus famosas sinfonías.
Las primeras décadas del siglo XIX
vieron nacer distintos tipos de telégrafos eléctricos. En 1809, en Munich,
Samuel Soemmering, cirujano alemán, sugirió que se pusieran diversos electrodos
en agua acidificada, cada uno de ellos marcado con una letra o un número, y
cada uno en contacto con hilos que pudieran conectarse a una batería en la
estación emisora. De este modo se desprendía gas del electrodo correspondiente
a la letra transmitida, pero era un sistema irremediablemente lento y
complicado.
Más tarde, en 1816, Sir Francis Ronald
(1788-1873) redujo el número de hilos a dos y montó un sistema completo en los
terrenos de su casa de Hammersmith, barrio suburbano de Londres a orillas del
Támesis. El Almirantazgo descartó este sistema telegráfico que transmitía
eléctricamente las letras del alfabeto, aduciendo que “los telégrafos,
cualquiera que sea el tipo a que pertenezcan, son por el momento innecesarios y
no se adoptará ninguno que no sea el actualmente en uso”, refiriéndose al
sistema de telegrafía óptica promovido en Inglaterra, en 1794, por Lord George
Murray (1761-1803) y que operaba en Londres, Plymouth, Portsmouth y otras
ciudades. Paradójicamente, el secretario del Almirantazgo que rechazó su
propuesta escribió mucho más tarde el artículo sobre telegrafía de la Encyclopedia
Britannica. La casa de Francis Ronald, que aún existe en las riberas del
Támesis, fue habitada más tarde por William Morris (1834-1896), abanderado de
un romántico renacimiento de la cultura de la Edad Media.
El desarrollo efectivo del telégrafo
eléctrico en Inglaterra fue impulsado por Charles Wheatstone (1802-1875),
profesor de Física del King’s College de Londres, y William. F. Cooke
(1806-1879), que había presenciado en 1835 una demostración de telegrafía eléctrica
de Paul L. Schilling en Bonn. Wheastone y Cooke obtuvieron juntos una patente
en junio de 1837 y, durante el mismo año, conectaron telegráficamente
estaciones de ferrocarril de Londres. El nuevo medio contribuyó a asegurar la
marcha regular de los trenes y la estandardización de la hora. La Reina
Victoria confirió a ambos el título de caballeros. El telégrafo de agujas, como
se lo llamó entonces, se basaba en el descubrimiento, realizado en 1819 por el
físico danés Hans Christian Oersted (1777-1851), de que una corriente eléctrica
movía una aguja magnetizada adyacente.
En 1838, Sir William Brooke
O’Shaughnessy, médico del ejército inglés y profesor de Química en el Calcutta
Medical College, dispuso un alambre de 22 km de largo sobre postes de bambú.
También instaló 3 km de alambre aislado bajo el río Hooghly, brazo del Ganges.
Este fue el primer cable submarino de comunicaciones.
1888 Muere Domingo Faustino Sarmiento, en
Asunción del Paraguay.
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