1812
Éxodo Jujeño. A pedido del General Manuel Belgrano, la ciudad de Jujuy
(Argentina) fue abandonada por el pueblo, esforzado y valeroso,
llevándose todos los elementos y pertenencias posibles. Cuando llegaron
los ejércitos realistas españoles sólo encontraron abandono y
desolación.
Se denomina Éxodo Jujeño a la retirada hacia Tucumán emprendida por el Ejército del Norte -comandado por el general Manuel Belgrano en la vanguardia y secundado por el mayor general Eustoquio Díaz Vélez en la retaguardia- y la población de San Salvador de Jujuy que evacuó la ciudad completa y sus campos. Tuvo lugar el 23 de agosto de 1812, ante el avance de las tropas realistas provenientes desde el Alto Perú. El rigor de la medida debió respaldarse con la amenaza de fusilar a quienes no cumplieran la orden.Estando Belgrano en Jujuy, como General en Jefe del Ejército del Norte,
en julio de 1812, se produjo una gran avanzada realista, que amenazaba
destruir totalmente los poco que se había ganado a fuerza de sacrificio y
coraje.
Fue necesario recurrir no sólo al patriotismo, sino a la abnegación de los criollos. La orden de Belgrano fue terminante: no debería quedar nada que fuese de provecho para el adversario, ni casa ni objetos que fueran de utilidad, ni alimentos.
Lo que no podía ser transportado a lomo de mula, de caballo o de burro, debió ser quemado. Pensemos en el sacrificio de ese pueblo sufrido y resignado, que se trasladaba con lo poco que podía salvar, sin saber exactamente cual iba a ser su suerte.
Más que un éxodo, aquello era la imagen del renunciamiento incondicionalmente realizado. El frío y la ventisca invernales acompañaron a la caravana. El éxodo jujeño tuvo lugar el 23 de agosto de 1812.
Fue necesario recurrir no sólo al patriotismo, sino a la abnegación de los criollos. La orden de Belgrano fue terminante: no debería quedar nada que fuese de provecho para el adversario, ni casa ni objetos que fueran de utilidad, ni alimentos.
Lo que no podía ser transportado a lomo de mula, de caballo o de burro, debió ser quemado. Pensemos en el sacrificio de ese pueblo sufrido y resignado, que se trasladaba con lo poco que podía salvar, sin saber exactamente cual iba a ser su suerte.
Más que un éxodo, aquello era la imagen del renunciamiento incondicionalmente realizado. El frío y la ventisca invernales acompañaron a la caravana. El éxodo jujeño tuvo lugar el 23 de agosto de 1812.
ALUMNAS DE 4º1º:
QUIROGA BLANCA, CENTURION CANDELA Y SEGOVIA DAFNE.