jueves, 14 de marzo de 2013

ORALIDAD: LA LECTURA EN VOZ ALTA.

Lectura en voz alta 




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La lectura en voz alta es una variante de la comunicación oral. No se trata de una situación de lectura: es una comunicación que se basa en la lectura. Sólo puede ocupar en el itinerario del aprendizaje de un niño un segundo lugar en relación a la lectura.

Leer en voz alta es una actividad difícil que exige, no solamente la comprensión previa del texto leído, sino también una toma de conciencia de dicha comprensión. 


En la lectura en voz alta el lector dice lo que previamente ha comprendido. Se observa entonces una disociación entre la dicción y los movimientos oculares, precediendo netamente estos últimos a la primera. En el momento de la dicción la mirada se dirige a la audiencia, a quien se dice lo que se ha leído una fracción de segundo antes.

La oralización consiste en decir lo que se ve en el momento en que se ve: movimientos oculares y dicción son indisociables e, interfiriéndose mutuamente, producen una enunciación fragmentada característica de la lectura escolar. 
  • Aprender a leer significa aprender a construir sentido en relación a un proyecto.
  • Aprender a leer en voz alta significa aprender a utilizar las lecturas como contenidos posibles de comunicación oral.

El profesor Suárez Muñoz propone este esquema: 

Lectura en voz alta
Lectura silenciosa
Función
comunicación
interpretación
Órganos intervinientes
ojos + fonadores
ojos
Ritmo
el del habla
el de la comprensión
Naturaleza
colectiva y pública
individual e íntima
Se centra en
significante
significado

 La lectura en voz alta –entendida como un acto de comunicación expresiva– requiere que el oyente no posea delante el texto porque entonces se producirían dos efectos negativos: 
  • no escucharía;
  • su propia comprensión se vería dificultada por el «ruido» que produciría su compañero al leer en voz alta.
De una lectura en voz alta en la que el público posee el texto se pueden derivar tres situaciones paradójicas y esperpénticas: 

1.      Los alumnos que tienen un nivel de lectura elemental se sienten mal porque no son capaces de seguir el ritmo de quien les lee.
2.      Los que poseen un nivel de lectura mejor que el lector-oralizador, se pierden movidos por el aburrimiento –ellos van más rápido– y no comprenden bien porque su concentración se obstaculiza por la sonorización de su compañero.
3.      Sólo aquellos oyentes que están en el mismo nivel lector (si eso es posible) que el colega que oraliza, podrán sentirse medianamente cómodos.

La lectura expresiva puede ser un magnífico ejercicio de comunicación oral, ya que el lector aprende a intervenir en público sin miedo e incrementa su competencia en expresión oral. Además, como oyente aprende a escuchar con respeto, crítica y activamente.

La lectura expresiva requiere un minucioso periodo de preparación, ya que es una especie de representación. Por otro lado, es prioritario que se realice una pausada y cuidadosa selección de textos procurando que sean adecuados al nivel intelectual de los niños y a sus intereses y capacidades de comprensión y escucha.

A la hora de planificar una didáctica eficaz de le lectura expresiva es preciso contemplar un periodo riguroso de modelado en el que lectores eficientes –no sólo el maestro– muestren de modo práctico cómo se debe realizar la lectura oral comunicativa y expresiva de textos de diversas características (en tipologías, extensión, intenciones, tonos, etc.).

El papel de la familia en la didáctica de lectura expresiva también es importante porque cuentan con la gran ventaja de poseer unos vínculos afectivos estrechos con sus hijos, lo cual mueve a estos a desear imitar los comportamientos paternos. Los padres que leen a sus hijos con entusiasmo –llevando a cabo la lectura de regazo de la que habla el profesor Quintanal– están sembrando su imaginario lingüístico con una experiencia inimitable de «didáctica del sentimiento».

La adquisición de la técnica de la lectura expresiva –nos recuerda el profesor Suárez– debe ir de la lectura oral a la expresiva, pasando por la silenciosa, trabajándose tres aspectos estrechamente vinculados a la comunicación oral:  
  • La optimización de la articulación de todos los sonidos.
  • La corrección de errores fonadores: adiciones, omisiones, sustituciones, regresiones y repeticiones.
  • La entonación –lingüística y emocional– que aporta sentido y expresividad a la lectura y que un aspecto de la didáctica de la lectura lleno de complejidad.
La evaluación de la lectura en voz alta no se realizará en «pruebas» específicas (que provocarían la desconcentración del lector al sentirse observado y evaluado), sino que se llevará a cabo de un modo continuo y prácticamente imperceptible para el lector; de modo será realmente una valoración objetiva al observar al lector en la producción espontánea y natural de su lectura expresiva.


Para que se produzcan la «comunicación basada en la lectura» y 

de verdadera «lectura 

expresiva» se han de cumplir una serie de requisitos que 

pasamos a describir. 







a.      Antes de la lectura

·         Pensar en los destinatarios, en si les va a interesar el texto, en sus características, en 

su capacidad de escucha y sus hábitos de atención y comprensión (¿entenderán el lenguaje, 

la trama, los conceptos básicos?).

·         Si el lector lee un texto es porque desea comunicar «algo» a un auditorio. Sólo se 

puede transmitir un mensaje si el lector ha tenido tiempo suficiente para «adueñarse» del 

texto. Para ello se le dará la oportunidad de bucear en su contenido, tratando de resolver 

todas sus dudas de comprensión y de encontrar su modo personal de poner el texto al 

alcance de los oyentes.

·         Si el lector no comprende el texto de un modo global ni conoce el significado de sus 

palabras clave, estará incapacitado para realizar una lectura auténticamente eficaz.

·         No sólo se deberá tener en cuenta la entonación lingüística (marcada por los signos 

ortográficos, por ejemplo, las interrogaciones y exclamaciones) sino también la entonación 

emocional (las frases se entonan sobre todo en función de su contenido semántico).

·         La lectura en voz alta requiere un gran esfuerzo mental y psicológico al lector porque 

le sitúa ante el «riesgo» de ser entendido, pero también ante la posibilidad de ser 

cuestionado por su estilo y por la calidad de su oralización.

·         El lector debe disfrutar (en lo intelectual, recreativo o ideológico) con el texto que va a 

comunicar; de lo contrario su lectura resultará violenta y poco espontánea. Si no disfruta 

leyendo, el público lo percibirá y se sentirá incómodo y acabará desconectando.

·         Antes de la puesta en escena de la lectura se realizarán varios ensayos ante un 

pequeño público de confianza que sabrá escuchar con calidez y que criticará 

constructivamente.

·         Grabar estos ensayos y escucharlos autocríticamente para analizar fallos de 

pronunciación, entonación, ritmo, etc.

·         Se realizarán ejercicios de relajación para conseguir un tono corporal sereno y 

equilibrado.

·         Se creará un clima apropiado captando la atención y el sosiego de los oyentes 

mediante, por ejemplo, una música relajante, una modulación de la luz (reduciendo la 

luminosidad de la sala, excepto un foco no excesivamente potente enfocado hacia el lugar en 

el que se situará el lector).


·         Generar expectación entre los oyentes mediante una introducción breve pero incisiva 

y sugerente que les haga sentir que están ante una ocasión privilegiado de disfrutar de la 

palabra hablada.
 





b.      Delante de los oyentes

·         El lector debe situarse ante el auditorio en unas condiciones óptimas 

(visibilidad, comodidad, sonoridad, etc.) que le permitan sentirse a gusto.

·         Se controlará la respiración, para lo cual la postura corporal ha de permitir la 

recepción y emisión natural del aire durante la fonación de las frases.

·         Si el lector está de pie puede moverse de un lado para otro –sin excesos–, si lo desea, 

para así captar mejor la atención de todos (que se sentirán más «aludidos» si el lector les 

mira de frente y se acerca). Todo ello sin sobreactuar.

·         El texto será sujetado de un modo correcto: sin tapar con él el rostro del lector, ni tan 

bajo que le obligue a mirar hacia abajo, lo cual haría perder sonoridad.

·         Se llevará el texto tan dominado que el lector podrá levantar los ojos con frecuencia y 

así podrá observar si está captando la atención de los lectores y sus reacciones.

·         Si la lectura se apoya en algún tipo de imágenes (ilustraciones, esquemas, etc.), hay 

que asegurarse de que todos puedan verlas y de que no sean un motivo para la 

«desconexión» del auditorio respecto al mensaje que transmite el lector.

·         Leer sin prisa, saboreando, degustando el texto.

·         En todo momento se cuidará que la voz transmita la «temperatura emocional» del 

texto, adecuándola al contenido tanto en modulación como en timbre, volumen y 

entonación. En la eficacia con la que el lector maneje esta última se juega gran parte del 

éxito de su lectura, porque le permitirá crear un clima cálido y comunicativo o se convertirá 

en un obstáculo insalvable entre el emisor y los receptores.

·         Cada texto requiere un tono, una modulación, unas inflexiones. No se leen de igual 

manera una historia tétrica, un relato irónico, un poema, un ensayo, una noticia, etc.

·         El lector tiene que dar tiempo a los oyentes para reaccionar si el texto les provoca 

respuestas espontáneas (miedo, repulsa, risa, sorpresa...). Al mismo tiempo, no evitará 

transmitir sus propias emociones, ya que eso dará a la lectura mayor naturalidad e 

intensidad.

·         Los cambios de ritmo y algunas pausas son recursos ideales para mantener el interés 

del público: si la acción pasa por un momento acelerado, se leerá con mayor velocidad; si se 

ralentiza el tempo narrativo, el lector reducirá la vivacidad.

·         No dejar un texto a medias. Si su extensión es excesiva para una sola sesión, definir 

con claridad los capítulos de modo que la comprensión no se resienta al dejarla para otro 

día. La fractura debe hacerse con habilidad para que oyente esté deseando que le sigan 

leyendo.

·         Iniciar la siguiente sesión con una recapitulación de lo leído que permita al auditorio 

recordar y reengancharse. Puede establecerse un diálogo breve lector-oyentes para que 

estos se sientan involucrados.

·         Al finalizar, se debe establecer un diálogo para comprobar si el texto ha gustado, si se 

ha entendido, que ha sugerido, etc. Debemos tener presente que el objetivo es establecer 

un contacto emocional con cada uno de los oyentes.